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CAMPEONES

CAMPEONES

1.500 aficionados se rompieron las manos para premiar a las más grandes leyendas de la Real.El presente y el pasado del club txuri urdin se fusionaron en un acto sencillo pero pleno de intensas emociones.

El frontón Atano III de Donostia viajó ayer durante una hora en la máquina del tiempo y, con la emoción del día más grande en la historia de la Real como compañera de viaje, se convirtió entre las siete y ocho de la tarde de ayer en el estadio de El Molinón de aquel mágico 26 de abril de 1981. Unas 1.500 personas se dieron cita entre las cuatro paredes del viejo frontón para romperse las manos en merecido homenaje a las mayores leyendas que nunca haya tenido este club y que hace un cuarto de siglo escribieron la página más brillante en la historia de la Real.

Una enorme pantalla de vídeo, que luego sería reflejo de los mejores momentos de la tarde, presidía el escenario que adornaban un grupo de niñas vestidas de la Real y con banderas txur iurdin. Las siete de la tarde habían sido superadas en diez minutos cuando los presentadores del acto Edurne Ormazabal y Oscar Terol -demostró haber mamado Atotxa y ser un gran errealzale- dieron la bienvenida a los actuales miembros de la primera plantilla blanquiazul. Fue unos minutos después cuando el frontón se vino abajo al ir entrando, uno por uno, casi todos los integrantes del equipo de la Real que proporcionó a Gipuzkoa la mayor alegría de sus vidas.

Con José Luis Orbegozo al frente, Arconada encabezó a sus compañeros. Zelaieta, Satrustegi, Zamora, Bakero, López Ufarte... todos los futbolistas que nos aprendimos de memoria fueron apareciendo sobre la cancha del Atano III. Muchos de ellos evidenciaban el paso del tiempo pero, en general, la mayoría estaban perfectamente conservados. Con las dos plantillas frente a frente, Terol solicitó a todos los presentes un ejercicio de introspección. Cerramos los ojos y nos trasladamos a aquella tarde inolvidable en El Molinón, que comenzó con un sol radiante y que terminó en uno de los mayores diluvios que se recuerdan. De agua y de emociones. Las imágenes de aquel día hicieron el resto.

Las luces se atenuaron y el balón echó a rodar. Primero las gradas, atestadas de miles de guipuzcoanos en busca del sueño eterno, después los bares de Donostia, pegados a la radio, para empezar el partido con el penalti a López Ufarte y la transformación de Kortabarria -arrancó los primeros aplausos- hasta llegar al gol de Zamora que trasladó al frontón al éxtasis.

El regreso al presente trajo la fusión del pasado con el presente. Los actuales jugadores -coincidiendo con los puestos- impusieron las txapelas conmemorativas de las bodas de plata del título. Riesgo a Arconada, Rekarte a Zelaieta en medio de un abrazo entrañable, Mikel Alonso a su aita, que admitió que “se sufre más como padre que como jugador”, Aranburu a Zamora, que dijo que su gol “era de todos” o Kovacevic a Satrustegi, juntando sobre el estrado casi 300 goles en clave txuri urdin, que se llevaron una de las ovaciones de la tarde.

Orbegozo puso colofón al acto con unas escuetas pero sentidas palabras. Dijo no ser capaz de “transmitir algo sustantivo por la emoción” y quiso acordarse de Ormaetxea. “Mi alegría es doble porque Ormaetxea fue un gran entrenador que en su dilatada vida tuvo momentos de sufrimiento ya que fue cuestionado. Se merece este detalle”. Miguel Fuentes, entendió que el protagonismo era “de los jugadores” y sólo dijo que “hace 25 años nos hicieron muy felices. Sólo puedo darles las gracias en nombre de todos”. Y tanto

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