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Pixar y Disney, juntos pero no revueltos

En los últimos meses, la industria de Hollywood ha sido testigo de varios terremotos financieros que hay que tener muy en cuenta para saber por qué y cómo se levantan futuras producciones. Tras la compra de DreamWorks por parte de Paramount (que ha dejado a cientos de empleados en la puta calle), el terremoto de los terremotos lo ha protagonizado la compra de Pixar por parte de Disney por la burrada de 7.400 millones de dólares (2,3 acciones de Disney por cada acción de Pixar), un contrato que ha hecho que el poderoso Steve Jobs sea el mayor accionista de la futura empresa.

Otro nombre clave en esta transacción es el del genial John Lasseter, responsable y alma de los mejores guiones y personajes de Pixar (las dos Toy Story, Bichos y la todavía no estrenada Cars). Por el momento, Pixar, que no quiere “contaminarse” con el modus operandi de Hollywood, conservará sus oficinas en San Francisco. Lo mejor de esta decisión es que, seguramente, el almidón y la cursilada blandengue de muchos productos Disney no entrará en las oficinas y talleres (sus estudios se han basado en la estructurada factoría del Hollywood dorado pero humanizándolo más) de los originales y a veces transgresores locos de Pixar.

Según cuenta el siempre entretenido Alex Faundez en su corresponsalía para la revista ‘Imágenes’, el terremoto empezó cuando Steve Jobs se plantó frente al todopoderoso jefe de Disney Michael Eisner y le dijo que sus relaciones comerciales eran injustas y desiguales (Disney compartía gastos de producción y pagaba la promoción de Pixar y luego se quedaba con la mitad de la taquilla). La nueva oferta de Jobs fue que ellos pagarían toda la producción y Disney, que se encargaría de la distribución, se quedaría sólo con el 10% de los beneficios. Eisner, claro, le dijo que ni flowers.

A Eisner le quedaba poco en Disney (pretendía jubilarse con el pastizal ganado por sus muchos años en el negocio y por comercializar trastos como Itunes o Ipod) y Jobs empezó a negociar con otras grandes como Warner. Robert Iger fue el sustituto de Jobs y el que definitivamente adquirió Pixar por la friolera de 7.400 millones por sólo seis películas, que, eso sí, han ingresado 3.200 millones en todo el mundo.

Tras este trato que ha dejado a la industria boquiabierta, se han cancelado definitivamente antiguos proyectos Disney venidos de Pixar (Toy Story 3, Buscando a Nemo 2 y Monstruos S.A.2, de los que no se hablaba muy bien entre fans y profesionales) y Lasseter -si uno lo ve en los extras de sus DVDs no sabe si está como una cabra o es un niño mayor vestido con las más horteras camisas- se ha hecho con el control creativo de la empresa, que cuenta ya con los más de mil animadores que tiene Disney en Burbank.

Sin duda, una buena noticia para los que todavía nos emociona ver buenas pelis de dibujos y para los que creemos que la animación es uno de los pocos géneros donde el talento y la imaginación se mantienen vivos en Hollywood.

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