0-2: QUE LLOREN LOS DEMÁS
La Real no desperdició el regalo del Villarreal que se alineó con un equipo menor y logró un triunfo que es media permanencia.Alonso y Mark zanjaron la cuestión en la primera media hora de un encuentro que se disputó con una tensión impropia.
Nada es normal estos días en Villarreal. El aroma de historia se palpa en el modesto pueblo levantino que en apenas una década ha pasado de cantar gestas casi rurales a codearse con la elite del fútbol mundial. Nada es normal para un equipo de pueblo que pasado mañana, si logra hacerle un par de goles al Arsenal, se convertirá en el quinto equipo de la liga española en jugar la final de la Copa de Europa. Todo está engalanado a tal efecto. La cantinela de la Champions es la banda sonora de cualquier bar de la localidad amarilla y las bufandas y banderines conmemorativos de todas las eliminatorias que han ido dejando el camino adornan los sueños de un pueblo que disfruta el momento, que parece asumir que, quizás, estos tiempos no volverán, cuando Roig deje de poner el dinero en este equipo y regrese a su realidad.No es extraño que el partido contra la Real le pareciese una cuestión no sólo menor, sino que absolutamente ajena a su verdadera tarea en esta temporada y, así, la Real se fue a topar con el mejor samaritano, que le puso en bandeja el mejor regalo posible cuando más lo necesitaba el conjunto txuri urdin. No es cuestión de ponerse a discutir la legitimidad de los puntos y la adulteración de la competición que pudo suponer la maniobra de Manuel Pellegrini al alinear un ’once’ absolutamente menor, sin ninguno de los titulares habituales en su ’hoja de ruta’, ni de los que jugarán ante el Arsenal, salvo el portero, que encima se tragó el primer gol. Eso es problema de Pellegrini y los suyos que tendrán que asumir quedarse en tierra de nadie en la Liga ante el riesgo de ser eliminados por los ’gunners’.
Para llorar, por otra parte, tampoco está la Real. Seguro que la marea de llantos se amontonará encima de la mesa entre hoy y mañana por lo que ocurrió ayer en El Madrigal pero eso, tampoco es problema de la Real. Que lloren los demás.
El único problema de la Real era ajustarse a un partido absolutamente extraño, que se jugó con una tensión impropia de los momentos del campeonato que vivimos, sin demasiada oposición aparente salvo su propia confianza y los blanquiazules se adueñaron de la situación con la determinación que requería la cuestión. Sin preguntar cómo ni por qué. Que se nos cruza un samaritano por el camino, se dijeron, le ajusticiamos sin ninguna piedad ni compasión, hacemos un trabajo limpio y aseado y nos marchamos por donde hemos venido con tres puntos absolutamente esenciales. Si lo que quieren es fiesta pasado mañana, pues fiesta. Para ellos. Esa no es nuestra guerra, añadieron los blanquiazules.
La cuestión de la Real es que hoy amanecerá con tres puntos más, con 38 puntos que, por sí mismos, podrían llegar a servir para mantener la categoría pero que, en cualquier caso, servirán para que los blanquiazules rocen la permanencia con los dedos y tengan, desde ya, legitimidad para defenderla hasta el último segundo en Montjuïc. Tres puntos más que otorgan a la Real la extraordinaria ventaja de disponer, desde ya, de cuatro balas, cuatro partidos para ganar uno y decir adiós a esta pestosa temporada que empezó camino de la ilusión y que, al menos, no concluirá en tragedia.
Todo ello merced a que la Real, para evitar todo tipo de fantasmas, compareció en el campo decidida a solventar el extraño envite con determinación. Por mucho que pareciera un regalo, el escenario tenía sus dosis de envenamiento y se tornaba comprometido porque casi nadie iba a entender nada que no fuera un triunfo txuri urdin ante las facilidades que daba el Villarreal. Ni siquiera empatar parecía complaciente. Ese dibujo, teniendo en cuenta el perfil gafe que ha acompañado a la Real, con esa habitual tendencia a desperdiciar lo más asequible, incluía su complicación. Quien más quien menos acudió a la cita con la sensación de que el descalabro sería total caso de no ganar en El Madrigal.
Y para que eso no ocurriera, los realistas salieron a mil. Para zanjar rápido el tema. Entre eso y que, obviamente, la Real jugó con una velocidad superior, la que le daba sí tener algo en juego, el partido quedó resuelto en la primera media hora. A eso contribuyó mucho la posición de Mikel Alonso que, ahogando la salida del balón rival, permitió a la Real robar más arriba y atacar mejor. Un robo del tolosarra se convirtió a los diez minutos en el 0-1 al avanzar sin oposición y lanzar un derechazo con el que un torpe Viera hizo el resto. Menos de veinte minutos después, para que no hubiera dudas, Mark González remató la faena con un zurdazo desviado por un rival.
La salida de Forlán
Con una hora por jugar, la cosa ya no podía mejorar. Sólo empeorar radicalmente. Se trataba de dejar pasar el reloj para asegurar un triunfo elemental. Ganar el descanso resultó sencillo pero la entrada de Forlán en la segunda parte la convirtió en más de verdad y la amenaza de cometer una torpeza que parecía imposible planeó.
Sólo fue una sensación virtual ya que el Villareal apenas disparó entre los tres palos de Riesgo y, poco a poco, como todo el pueblo, empezó plegar velas, a renunciar al partido a entender, en definitiva, que su verdadera fiesta no estaba ayer. Que la cita es pasado mañana. Ese no es el problema de la Real. Su realidad es que ya roza la permanencia con los dedos. Que lloren los demás
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