DESASTRE!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
La Real perdió contra el Recreativo de Huelva en Anoeta tras remontar dos goles en el segundo tiempo y encajar el gol de la derrota en el último minuto del descuento.
La Real dejó una imagen desoladora. Su relación con el fútbol es tan distante que parece que es un asunto que le es ajeno. En noventa minutos de ejercicio por el campo no se le atisbó ni una sola idea. Eso fue, con diferencia, lo peor del partido, que la gente se fue de Anoeta sin saber qué había querido hacer la Real.
La pregunta es terrible. Hay planes buenos, otros que no funcionan, ideas descabelladas, aventuras inciertas, propósitos voluntariosos, disparates, ideas geniales... Al elegir un camino existe la posibilidad de equivocarse. Lo malo es que la Real dio la sensación de no manejar ninguna de esas posibilidades, buena, mala, alocada o cabal. Simplemente, el público salió de Anoeta preguntándose qué pensaba hacer su equipo.
Que no le salió, eso huelga decirlo. Es una verdadera incógnita saber cómo pensaba ganar el partido la Real, porque es indiscutible que la Real salió a ganar. De ahí la tristeza. Pero el resultado fue el más adecuado a lo que se vio sobre el campo aunque bien pudo ser otro mucho mejor.
Es lo bueno de este juego y lo que da armas a los aficionados incondicionales, una especie en extinción y acosada. Ayer, sólo 18.000 en Anoeta. Ellos saben que ser de un equipo de fútbol no es una transacción económica, yo pago y tú me diviertes, sino un compromiso. Y por eso, los incondicionales estaban dispuestos a perdonar en parte a su equipo gracias a una remontada impensable.
Pero el gol del Recreativo en el último minuto del descuento -después de que la Real hubiera remontado un 0-2- tiene una virtud: limpiar el partido de las impurezas del empate a dos y dejarlo desnudo como la derrota, justa por lo visto en el campo. Fue un mazazo y puede acarrear problemas serios al equipo en la clasificación, pero al menos evitó el recurso a las medias tintas, los paños calientes y demás variedad de argumentos que habrían tenido eco al calor de un empate.
La derrota ilustra bien la actuación de la Real, que nunca hizo nada que justifique la palabra juego. Bakero repitió el mismo eje defensivo de siete futbolistas que dispuso en Madrid, la base de lo que debería ser la solidez del equipo, principio sobre el que quiere construir el futuro. Si, con esa propuesta, la Real fuera un equipo impermeable que hiciera un fútbol horrible todo estaría bien. No dejamos pasar ni la luz, podrían argumentar los realistas. Arriba, estamos a la espera de lo que pase y si hay suerte en una jugada de estrategia, un rechace o un balón largo, uno cero y a casa. Si no, cero cero y un punto al zurrón.
Pero en el supuesto de que ese fuera el objetivo, a día de hoy no es fácil saber hacia dónde quiere ir la Real, es difícil estar más lejos. A la Real ya le han metido nueve goles, una media peor que la de la temporada pasada. Especialmente preocupante, en este capítulo, es el naufragio de los nuevos, fichados expresamente para dar al equipo esa solidez, firmeza y empaque que no le daban los que ya estaban. Juanito y Rivas naufragaron ayer de forma clamorosa. El central, que lleva un inicio de temporada malo, se complicó con el balón y se enredó con una serie de faltas innecesarias, sin capacidad para anticiparse y robar. Rivas, a una distancia sideral del jugador que daba serenidad y criterio al Getafe, es un faro con las luces apagadas en el medio de la tormenta. El balón sale de sus botas sin contenido. En ocasiones parece que de forma aleatoria. Por la derecha o por la izquierda. Da igual. Hacia adelante o hacia atrás. Es lo mismo.
Con Rivas desorientado, Gerardo va tarde a todos los sitios. Es el primer sorprendido. Tiene que esperar y ver. Esos segundos perdidos son vitales en el fútbol moderno, y la Real anda a contrapié todo el partido. Y, entonces, aparece el pelotazo.
Sin ideas de juego
No el juego en largo, no. El pelotazo indiscriminado como fórmula de trasladar el problema a otro. Lo malo es que esos balones siempre vuelven y si el rival tiene un par de jugadores rapiditos y uno que sepa dar pasas de diez metros ya está montado el lío. Eso hizo el Recreativo, ante una Real sin ninguna idea de juego y totalmente incapaz de llevar el peso del partido. Nunca dio sensación de dominio. Jamás tuvo el partido controlado. Ni en los minutos de la remontada, en los que no medió ninguna idea más allá de un arranque de voluntad y la competitividad de Uranga. Una falta, un cabezazo y un penalti. A eso se reduce la aportación de la Real en toda la tarde.
Con ese equipaje el recorrido es muy corto. El empate habría solapado la crudeza de lo que vieron ayer los aficionados en Anoeta. La Real, con ese postrero gol, tiene un punto menos pero a lo mejor una perspectiva más certera de lo que le pasa.
Lo principal es que el equipo no sabe a qué juega. El balón es un verdadero problema y todas sus opciones no pasan de ser recursos. Está bien dominar el balón parado y la estrategia, pero también hay que hacer algo respecto al desarrollo del juego. Ese asunto capital se puede abordar de mil maneras. Hay equipos que manejan multitud de claves y tienen recursos para resolver diferentes problemas. Los hay que tienen plan A, plan B y, si todo va mal, hasta plan C. Otros, en cambio, tienen una idea, sólo una, pero la aplican hasta el límite de sus posibilidades. Juegan a eso y nunca lo olvidan.
Como primer paso, no estaría mal que la Real encontrase a que jugar. Que Bakero pusiera de acuerdo a todos sus futbolistas en una cosa. Aunque sólo sea una. Si todos saben cuál es, habrá derrotas pero no partidos como el de ayer, en el que los aficionados se preguntaban a la salida de Anoeta a qué juega la Real.
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